Nos toca vivir tiempos en lo que todo lo que no sea políticamente correcto lo tachamos de anormal, cuando en una sociedad bajo la influencia yanki-occidental nada es correcto, nada es normal.
Miedo a decir lo que piensas precisamente por miedo a que te digan lo que piensan de ti.
Ser aficionado a los toros no es correcto, y si tienes menos de 20 años menos todavía. Hasta para los propios aficionados tú opinión no cuenta, por que no tienes la suficiente experiencia para hablar.
En el día de hoy vuelco mis palabras y me atrevo a criticar los cambios que algunos "taurinos" están dispuestos a hacer en nuestra fiesta.
Una fiesta, la tauromaquia que parece convertirse en vulga vulgaridad, en la que "innovar" parece traer toros cada vez más domesticados, sin peligro alguno y afirmar que esas faenas templadas son obra de los genios que están delante de la bestia (algo parecido a lo vivido recientemente en La Méjico tanto con Ponce, Morante y Juli).
Y nada más lejos de la realidad, el mundo esta loco y la mundanidad peor, bajo mi humilde juicio, considero que la manera de innovar en la lidia del toro, es recuperar la esencia por la que nuestros antepasados acudían en masa a este tipo de festejos; la emoción, la emoción real y pura que te hace poner el corazón en un puño, los huevos en la garganta y los ojos en el ruedo. Innovar no es sacar dos muletas al tiempo para lucir una estética que no encierra ningún tipo de misterio más allá de la práctica y el entrenamiento.
Aparte de mal redactadas mis palabras de enojo pueden parecer una completa locura, no lo sé, pero si el camino del Arte de la tauromaquia mira exclusivamente a la larga muleta roja, a lo mejor es que estamos perdiendo los tercios de mayor profundidad artística y emotivo empaque torero, los tercios donde además de valentía del diestro se deja ver la profesionalidad y lo más importante, el comportamiento del toro.
¡BASTA! de compadreos, de palmeros, del yo sé más por que conozco a este torero, es hora de que la afición vaya a pasarselo bien y que pueda volver a decir sin miedo al que dirán; que la culpa de la "no faena" fue del torero y no del toro.
Los toros son para pillar y emocionar, el torero para vacilar y gallear cuando perdamos esta verdad absoluta terminaremos de perder el poco interés que nos queda por la gloriosa fiesta de la tauromaquia.