Este año decidí pasar allí todo el carnaval, lo que me hizo reflexionar y aportar soluciones desde mi desvariada mente hacia la fiesta de los toros.
El sábado de carnaval pude sentir en primera persona el miedo que transmitian los astifinos astados de Antonio San Román, tanto en el encierro, en las capeas y sobre todo en el desencierro.
La gente se lo pasaba pipa, extrangeros, aficionados, corredores, recortadores, maletillas...
En la tarde del sábado decidí ir al festival taurino organizado por los tablaos y el Ayuntamiento mirobrigense, en el cartel Manuel Jesús "El Cid", Iván Fandiño, el local Juan Del Álamo y el novillero "Toñete"; Novillos de Juan Manuel Criado y Encinagrande. La plaza a reventar, no cabía ni un alma más. En mi "tablao" se situaron un grupo de extranjeros estudiantes por la beca "Erasmus", aparentemente en su mayoría ingleses.
A mi lado se situó una atractiva y agradable británica con muchas dudas sobre la tauromaquia, con un gran manejo de nuestro idioma, y con unas tremendas ganas de conocer nuestra cultura. Yo a duras penas intenté explicarle el «por que» de cada suerte. La chica tímidamente levanta sonrisas, e incluso se anima a dar algún esporádico aplauso; el lio llegó en la suerte de muleta, cuando el choto arreglado empezó a sufrir las consecuencias del pullacín del caballero picador y comenzó a derrengarse en cada toque del sevillano Manuel Jesús "El Cid", el animal llegó incluso a arrodillarse a la vez que el matador. Provocando en mi un suspiro de: «Así esta la fiesta».
Mi compañera inglesa no entendía nada, ¿Dónde estaba la emoción que yo le había explicado para cada tercio de la lidia?
Su enjambre de dudas terminó de sobrepoblarse de abejas cuando vió las pésimas estocadas de los matadores, y los brameos de los supuestos "toros bravos".
Era la primera vez que la chica acudía a una plaza de toros; al terminar el festejo le pregunté si la corrida había sido de su agrado, ella me respondió que «El tiempo y la gente estupenda; que los toreros "muy guapos"; pero que no entendía donde estaba el arte en la muerte del toro».
Reflexionando largo y tendido supuse que en cierta medida tenía razón, y es que los taurinos no somos más tontos porque no podemos serlo. A sabiendas de que los estudiantes extranjeros acuden año tras año a los festivales de Ciudad Rodrigo, sólo echamos más que churros con cara de "deshidratados" para los galacticos, y para los valientes corredores, cortadores y maletillas que no cobran ni un duro, toros de enorme tranco y con puntas extramadamente finas. Sea un festival o no, la tauromaquia hay que enseñarla, como decía el maestro Víctor Barrio, y con la promoción de estos festejos sin ningún motivo y ninguna emoción nos terminaremos por cargar la fiesta.
Que quede claro, no tengo nada en contra de los festivales, pero creo sinceramente que la fiesta necesita difusión por correo urgente, y que en los sitios donde se puede llegar a producir esa difusión, se guardan la fiesta de puertas para adentro.
Así, de esta manera, ni avanzaremos, ni conseguiremos nada.
Fotos: salamancartvaldia.es